domingo, 6 de julio de 2008

MI COLEGIO


Estudié la secundaria en un colegio nacional ubicado en San Martín de Porres. Se llamaba o se llama aun José Granda, pero mi duda al respecto, proviene de la experiencia propia de verlo cambiar de nombre conforme me ejercitaba en sus aulas. Si mal no recuerdo cuando ingrese se llamaba Gran Unidad Escolar José Granda, para luego convertirse en Centro Base José Granda y terminar siendo Colegio Nacional José Granda. El cambio contínuo de apelativo, producto de las nuevas concepciones acerca de la educación, no me importaba aunque no faltaban los nostálgicos que seguían usando las insignias con el antiguo nombre hasta que, por alguna razón no comprendida por mí, no los dejaban entrar al colegio por no usar la insignia con el nuevo nombre.
La razón por la que no me importaba el cambio de nombre era que en el fondo el colegio seguía siendo el mismo. Las paredes que lo cercaban seguían siendo las mismas, al igual que las puertas de los lamentos, por la que pretendíamos salir antes de finalizar las clases, convenciendo al portero con excusas verdaderamente, surrealistas. Los profesores buenos seguían siendo buenos y los profesores malos, esforzándose de seguro mucho, se convertían en peores.
Por demás, a pesar de los cambios, seguíamos sintiendo un raro orgullo de estudiar en ese colegio, quizás por ser el más antiguo de la zona y haber sido construido con los recursos de los padres de familia. Quizás porque había notas saltantes como un par de campeonatos ínter escolares de fútbol, logrados con mucho punche, un par de sub campeonatos en basket y otro par de campeonatos en matemática. Por si fuera, a los motivos de orgullo anteriores, habría que agregarle la lucha épica en San Martín de Porres contra la dictadura de Morales Bermúdez (la cual fue protagonizada también por estudiantes de 11 a 15 años de mi colegio). Así como el logro relativamente cercano de dos ex alumnos trabajando como científicos en la NASA.
A uno incluso lo vi en persona cuando vino de Estados Unidos a celebrar el aniversario del colegio. Llego portando el uniforme de la naval norteamericana (si mal no recuerdo), y camino por nuestro patio con el mismo orgullo que sentíamos nosotros al transitar por el mismo, pues me atrevo a decir que aunque él había cambiado de nacionalidad, aun se seguía sintiendo grandino.
Después de todo, el colegio, por esos años aun no había cambiado en casi nada, pues seguía albergando una población de más de 6,000 alumnos, entre mañana, tarde y noche, y seguía teniendo dos canchas de fútbol, una de césped y otra de tierra. La primera se guardaba para ocasiones especiales, como traje dominguero, y en la segunda nos inmolábamos cotidianamente, jugando hasta que nos expulsaran a todos.
Sin embargo, hace unos años atrás, luego de una pequeña reunión con unos amigos de mi promoción, de casualidad nos encontramos con un viejo ex profesor a punto de jubilarse. Lo primero que nos comento fue que en esos instantes el colegio sólo albergaba apenas 1,000 alumnos, los turnos de la tarde y de la noche habían sido suprimidos y los problemas de toda índole se habían vuelto inmanejables. Entonces parafraseando a Vargas Llosa, le preguntamos ¿Cuándo se jodio el Granda?, y nos contesto que cuando el colegio se volvió mixto.
Su respuesta nos pareció improcedente y recordamos que, por casualidad, la de nosotros había sido la última promoción completamente de varones en graduarse, pero el profesor a los años tenía la idea bien clara. Nos contó que el colegio, por una disposición del Ministerio de Educación, de la noche a la mañana se convirtió en mixto, en razón de la modernidad y nuevas tendencias que provenían de Europa. Eso desubico a los profesores, que sin una mínima capacitación, pasaron a administrar y educar una población mixta. No sabiéndose desenvolver ante la misma, el colegio comenzó a experimentar nuevos problemas que afrontar, pues mecanismo para hacer estudiar “con un carajo bien dado”, así como otros métodos aprendidos en los quehaceres cotidianos de los docentes, ya no se podían utilizar ante un alumnado mixto y pasaron a convertirse en inaplicables. El resultado de los primeros años de esa experiencia fue la desorientación de profesores y alumnos, mientras que la calidad de la enseñanza bajo ostensiblemente, y la población infantil de dicha zona se incremento al quedar varias alumnas embarazadas.
Después todo siguió en descenso, nos comento el profesor. Los mejores docentes se marchaban ya que con algo de habilidad pusieron sus propios colegios particulares, y los pocos buenos que quedaron se fueron jubilando quedándose con profesores no del todo identificados con su centro de trabajo, y que ante un currículo nuevo por ejecutar y en un contexto cada día más extraño, no hacían mas que ahondar los problemas.
De mi encuentro con dicho profesor han pasado más de 8 años y hace poco recibí un correo de parte de ex-alumnos que pretenden salvar el colegio. Pocos pero entusiastas acaban de formar la asociación de ex–alumnos. He asistido a una reunión y el diagnostico del colegio da pena: baja autoestima de parte de la población estudiantil (algunos tienen vergüenza de usar insignia, por ejemplo) hay problemas hasta de desnutrición y de la calidad de la enseñanza mejor ni comentar.
Finalmente, pienso que uno de los currículos implantados por el Ministerio de Educación logró hacer cambios efectivos más allá de sólo cambiarle de nombre al colegio, pero para mal. Y es que no basta con cambiar el currículo (por más que éste sea bienintencionado y el mejor del mundo), si antes no se evalúan los recursos humanos y materiales que se tiene y no se prepara a los profesores para afrontar los nuevos retos y necesidades de los colegios de un país como el nuestro.
Supongo también que el desempeño de los docentes depende mucho de que si tienen vocación o no. Supongo que los buenos profesores que tuve también fueron grandes padres. Pues Confucio sostenía “Maestro por un día padre por toda la vida”. De modo que a pesar de que algunos profesores ya estarán jubilados de seguro siguen ejerciendo y los buenos seguirán siendo buenos y los malos seguirán siendo malos.
Por eso hoy que se celebra el día del maestro se me viene a la mente los buenos a los que les agradezco eternamente mi gusto por la lectura, por el arte en general, por motivarme a cuestionar y porque me enseñaron también a proponer y no quedarme callado ante el arrebato de cualquier fantoche, porque eso también se aprende de los mejores profesores.

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