domingo, 1 de junio de 2008

HISTORIA EPISTOLAR DE LA INFAMIA


EL Diario mexicano Jornada publica hoy domingo un artículo respecto a un libro aparecido en Alemania el año pasado en que se revela las cartas que recibió Hitler desde que inició su carrera política hasta que se suicidó en el búnker de la Cancillería, en Berlín, el 30 de abril de 1945: leerlo resulta una dura prueba para el estómago, aunque –¡quién sabe!– tal vez sea un purgante benéfico, agrega el diario.
Las (cartas hace referencia el diario) de 1925 caben en un solo archivador. De enero a abril del '33 (con Hitler como canciller desde el 30/ I) fueron más de 3 mil. En 1934 debieron ser no menos de 12 mil, y de 1941, en el cenit de su poder y de la expansión alemana en Europa, se conservan más de 10 mil. Pero acaso sea más relevante saber que el 20/IV/19 45, en su último cumpleaños, arrinconado y derrotado en el búnker de la Cancillería, y sólo diez días antes de su postrera cobardía, aún le felicitaron por carta unas cien personas. El autor de este libro comenta en su prólogo: “Sólo el hecho de que se escribieran miles de estas cartas, demuestra una confianza en el gobierno como no la hubo antes ni la volvió a haber después.”
La nobleza, dicho sea de paso, mantuvo una relación semifascinada con el plebeyo austríaco. Valga como botón de muestra de una devoción que llegaba a extremos de novela de Corín Tellado, esta epístola de una aristócrata alemana residente en Alejandría, Egipto:

Herr Hitler, no tengo en claro cómo debo empezar esta carta. Largos, largos años de difíciles experiencias, de tormentos y preocupaciones humanas, de desconocimiento de mí misma, de búsqueda de algo nuevo, todo ello ha pasado de golpe en el instante en que he comprendido que lo tengo a usted, Herr Hitler. Sé que usted es una grande y poderosa personalidad, y yo sólo una mujer sin importancia, que vive en un lejano país extranjero, del que quizás no podré alejarme, pero debe comprenderme. ¡Cuán grande es la felicidad si se encuentra de pronto la meta de la vida, si de pronto un rayo de luz clara penetra las nubes tenebrosas y se vuelve más y más clara! Así conmigo : todo está tan iluminado por un gran amor, el amor a mi Führer, a mi maestro, que a veces quisiera morir teniendo su imagen ante mí, para que no pueda ver más nada que no sea usted. Le escribo no como canciller de un poderoso imperio –quizás no tengo derecho a ello–, le escribo sencillamente a un ser humano que me es querido y que siempre lo será hasta el fin de mi vida. No sé si usted cree en la mística, en algo superior que nos rodea y permanece invisible y que sólo se puede sentir. Yo creo en ello, siempre creí en ello y siempre creeré en ello. Sé que hay algo en el mundo que vincula mi vida con la suya.
¡Dios mío, que no pueda yo sacrificar mi vida por usted, a pesar de que mi mayor felicidad sería morir por usted, por su doctrina, por sus ideas, mi Führer , mi noble caballero, mi Dios!

La verdad que dudo que el facho que nos merodea por acá despierte tanta simpatía como Hitler, pero a estar alerta, hay signos de una prensa dispuesta a pisar vidas y fango por el olímpico.
Leer el artículo completo del diario mexicano..

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